domingo, 25 de julio de 2010

El patriotismo nos obliga a proclamar la revolución como recurso extremo y necesario para evitar la ruina del país.

Un parque de artillería, una revolución y el origen de un símbolo

Fue el 26 de julio de 1890. Un gran sector de la población en la que había militares y civiles, entre los que estaban Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Lucio V. López y los jefes militares Espina y Day, descontento con el gobierno del presidente Juárez Celman, decide levantarse contra él.
En la madrugada del 26 se concentran en el “Parque de Artillería”, uno de los cuarteles y fábrica de fusiles que había, por aquel entonces, en Buenos Aires y que estaba ubicado donde hoy se encuentra el Palacio de Tribunales. Para hacer silencioso el acceso, las ruedas de los cañones fueron revestidas con paja y arpillera.
Además de las tropas, se habían organizado batallones civiles; como no había uniformes para ellos, tenían que encontrar un distintivo para poder identificarse. En un comercio vecino acababan de recibir una gran partida de boinas blancas. Las compraron todas.
Desde ese momento las boinas blancas se transformaron en el símbolo de la revolución del ’90.
Pero no sólo eso. Más tarde se convirtieron en el símbolo de un partido: la Unión Cívica Radical.

Es el momento en que la sociedad civil urbana comienza a ser protagonista: los obreros organizan los sindicatos, surgen los partidos políticos modernos, cooperativas, organizaciones feministas. El pueblo comenzó a exigir que se reconozcan sus derechos políticos, sociales y culturales. Como consecuencia, en 1912, fue sancionada la Ley que estableció el sufragio secreto y universal para varones.
El escritor argentino Manuel B. Ugarte el 26 de julio 1895 escribió sobre Leandro Alem.

“Era un soñador, era un poeta. Su barba blanca ondeaba como la bandera de una redención. ¿Justo? Lo era. ¿Sabio? Merecía serlo. ¿Desinteresado? Nadie lo fue tanto. Sólo le faltaba la cruz del Martirio y la labró con sus propias manos. Condenarlo a él es condenar a Catón. El suicidio es la mayor de las heroicidades cuando el vivir es una cobardía.
La tumba es el único Capitolio de los hombres justos. Golpear diariamente con el martillo de la verdad sobre las rocas áridas es tarea de cíclopes. Sísifo no fue suicida porque los dioses le encadenaron a la existencia. Vivir sin rumbo es morir lentamente. Y murió. ¿Y qué? Murió por los demás. No pensó en sus fatigas, sino en nuestros desalientos”
MANIFIESTO REVOLUCIONARIO - 26/JULIO/1890
Junta Revolucionaria del ParqueAl Pueblo:
El patriotismo nos obliga a proclamar la revolución como recurso extremo y necesario para evitar la ruina del país. Derrocar un gobierno constitucional, alterar sin justo motivo la paz pública y el orden social, sustituir el comicio con la asonada y erigir la violencia en sistema político, sería cometer un verdadero delito de que nos pediría cuenta la opinión nacional. Pero acatar y mantener un gobierno que representa la ilegalidad y la corrupción; vivir sin voz ni voto la vida pública de un pueblo que nació libre; ver desaparecer día por día las reglas, los principios, las garantías de toda administración pública regular, consentir los avances al tesoro, la adulteración de la moneda, el despilfarro de la renta; tolerar la usurpación de nuestros derechos políticos y la supresión de nuestras garantías individuales que interesan a la vida civil, sin esperanza alguna de reacción ni de mejora, porque todos los caminos están tomados para privar al pueblo de gobierno propio; y mantener en el poder a los mismos que han labrado la desgracia de la república; saber que los trabajadores emigran y que el comercio se arruina, porque, con la desmonetización del papel, el salario no basta para las primeras necesidades de la vida y se han suspendido los negocios y no se cumplen las obligaciones; soportar la miseria dentro del país y esperar la hora de la bancarrota internacional que nos deshonraría ante el extranjero; resignarse y sufrir todo fiando nuestra suerte y la de nuestra posteridad a lo imprevisto y a la evolución del tiempo, sin tentar el esfuerzo supremo, sin hacer los grandes sacrificios que reclama una situación angustiosa y casi desesperada, sería consagrar la impunidad del abuso, aceptar un despotismo ignominioso, renunciar al gobierno libre y asumir la más grave responsabilidad ante la patria, porque hasta los extranjeros podrían pedirnos cuenta de nuestra conducta, desde que ellos han venido a nosotros bajo los auspicios de una constitución que los ciudadanos hemos jurado y cuya custodia nos hemos reservado como un privilegio, que promete justicia y libertad a todos los hombres del mundo que vengan a habitar el suelo argentino.La Junta Revolucionaria no necesita decir al pueblo de la nación y a las naciones extrañas los motivos de la revolución, ni detallar cronológicamente todos los desaciertos, todos los abusos, todos los delitos, todas las iniquidades de la administración actual. El país entero está fuera de quicio, desde la Capital hasta Jujuy. Las instituciones libres han desaparecido de todas partes: no hay república, no hay sistema federal, no hay gobierno representativo, no hay administración, no hay moralidad. La vida política se ha convertido en industria lucrativa.El presidente de la república ha dado el ejemplo, viviendo en la holgura, haciendo la vida de los sátrapas con un menosprecio inaudito por el pueblo y con una falla de dignidad que cada día se ha hecho más irritante. Ni en Europa ni en América podía encontrarse en estos tiempos un gobierno que se le parezca; la codicia ha sido su inspiración, la corrupción ha sido su medio. Ha extraviado la conciencia de muchos hombres con las ganancias fáciles e ilícitas, ha envilecido la administración del Estado obligando a los funcionarios públicos a complacencias indebidas y ha pervertido las costumbres públicas y privadas prodigando favores que representan millones. El mismo ha recibido propinas de cuanto hombre de negocio ha mercado en la nación, y forma parte de los sindicatos organizados para las grandes especulaciones, sin haber introducido capital ni idea propia, sino la influencia y los medios que la constitución ponía en sus manos para la mejor administración del Estado. En cuatro años de gobierno se ha hecho millonario, y su fortuna acumulada por tan torpes medios se exhibe en bienes valiosísimos cuya adquisición se ha anunciado por la prensa. Su participación en los negocios administrativos es notoria, pública y confesada. Los presentes que ha recibido, sin noción de la delicadeza personal, suman cientos de miles de pesos y constan en escrituras públicas, porque los regalos no se han limitado a objetos de arte o de lujo; han llegado a donaciones de bienes territoriales, que el público ha denunciado como la remuneración de favores oficiales. Puede decirse que él ha vivido de los bienes del Estado y que se ha servido del erario público para constituirse un patrimonio propio. Su clientela le ha imitado; sujetos sin profesión, sin capital, sin industria, han esquilmado los bancos del Estado, se han apoderado de las tierras públicas, han negociado concesiones de ferrocarriles y puertos y se han hecho pagar su influencia con cuantiosos dineros.En el orden público ha suprimido el sistema representativo hasta constituir un Congreso unánime sin discrepancia de opiniones, en el que únicamente se discute el modo de caracterizar mejor la adhesión personal, la sumisión y la obediencia pasiva. El régimen federativo ha sido escarnecido; los gobernadores de provincia, salvo rara excepción, son sus lugartenientes; se eligen, mandan, administran y se suceden según su antojo: rendidos a su capricho. Mendoza ha cambiado en horas de gobernador como en los tiempos revueltos de la anarquía. Tucumán presenció una jornada de sangre, fraguada por la intriga para incorporarla al sistema del monopolio político; no ha habido elección de gobernador que no haya sido otra cosa que un simple acto de comercio. Entre Ríos, bajo la ley marcial, acaba de recibir la imposición de un candidato resistido por la opinión pública. Córdoba ha sido el escenario de un juicio político inventado para arrojar del gobierno a un hombre de bien: hoy día es un aduar; la sociedad sobrecogida vive con los sobresaltos de los tiempos de Bustos y Quiroga.Las demás provincias argentinas están reducidas a feudos: Salta, la noble provincia del norte, ha sido enfeudada y enfeudadas están igualmente al presidente, Santiago y Corrientes, La Rioja, Jujuy, San Luis y Catamarca.Jamás argentino alguno ejerció mando más ofensivo ni más deprimente para las leyes de una nación libre.En el orden financiero los desastres, los abusos, los escándalos, se cuentan por días. Se han hecho emisiones clandestinas para que el Banco Nacional pague dividendos falsos, porque los especuladores oficiales habían acaparado las acciones y la crisis sorprendió antes de que pudieran recoger el botín. El ahorro de los trabajadores y los depósitos del comercio se han distribuido con mano pródiga en el círculo de los favoritos del poder que han especulado por millones y han vivido en el fausto sin revelar el propósito de cumplir jamás sus obligaciones. La deuda pública se ha triplicado, los títulos a papel se han convenido, sin necesidad, en títulos a oro, aumentando considerablemente las obligaciones del país con el extranjero; se han entregado a la especulación más de cincuenta millones de pesos oro que había producido la venta de los fondos públicos de los bancos garantidos, y hoy día la nación no tiene una sola moneda metálica y está obligada al servicio en oro de más de ochenta millones de títulos emitidos para ese fin; se vendieron los ferrocarriles de la nación para disminuir la deuda pública, y realizada la venta se ha despilfarrado el precio; se enajenaron las obras de salubridad, y en medio de las sombras que rodean ese escándalo sin nombre, el pueblo únicamente ve que ha sido atado, por medio siglo, al yugo de una compañía extranjera, que le va a vender la salud a precio de oro; los bancos garantidos se han desacreditado con las emisiones falsas; la moneda de papel está depreciada en doscientos por ciento y se aumenta la circulación con treinta y cinco millones de la emisión clandestina, que se legaliza, y con cien millones, que se disfrazan con el nombre de bonos hipotecarios, pero que son verdadero papel moneda, porque tienen fuerza cancelatoria; cuando comienza la miseria se encarece la vida con los impuestos a oro; y después de haber provocado la crisis más intensa de que haya recuerdo en nuestra historia, ha estado a punto de entregar fragmentos de la soberanía para obtener un nuevo empréstito, que también se habría dilapidado, como se ha dilapidado todo el caudal del Estado.Esta breve reseña de los agravios que el pueblo de la nación ha sufrido, está muy lejos de ser completa. Para dar idea exacta sería necesario formular una acusación circunstanciada y prolija de los delitos públicos y privados que ha cometido el jefe del Estado contra las instituciones, contra el bienestar y el honor de los argentinos. El pueblo la hará un día y requerirá su castigo, no para de que no se puede gobernar la república sin responsabilidad y sin honor.Conocemos y medimos la responsabilidad que asumimos ante el pueblo de la Nación; hemos pensado en los sacrificios que demanda un movimiento en el que se compromete la tranquilidad pública y la vida misma de muchos de nuestros conciudadanos; pero el consejo de patriotas ilustres, de los grandes varones, de los hombres de bien, de todas las clases sociales, de todos los partidos, el voto íntimo de todas las provincias oprimidas, y hasta el sentimiento de los residentes extranjeros, nos empuja a la acción y sabemos que la opinión pública bendice y aclama nuestro esfuerzo, sean cuales fueren los sacrificios que demande.El movimiento revolucionario de este día no es la obra de un partido político. Esencialmente popular e impersonal, no obedece ni responde a las ambiciones de círculo u hombre público alguno. No derrocamos el gobierno para separar hombres y sustituirlos en el mando; lo derrocamos para devolverlo al pueblo a fin de que el pueblo lo reconstituya sobre la base de la voluntad nacional y con la dignidad de otros tiempos, destruyendo esta ominosa oligarquía de advenedizos que ha deshonrado ante propios y extraños las instituciones de la república. El único autor de esta revolución, de este movimiento sin caudillo, profundamente nacional, larga, impacientemente esperada, es el pueblo de Buenos Aires que, fiel a sus tradiciones, reproduce en la historia una nueva evolución regeneradora que esperaban anhelosas todas las provincias argentinas.El ejército nacional comparte con el pueblo las glorias de este día; sus armas se alzan para garantir el ejercicio de las instituciones. El soldado argentino es hoy día, como siempre, el defensor del pueblo, la columna más firme de la constitución, la garantía sólida de la paz y de la libertad de la república. La Constitución es la ley suprema de la Nación, es tanto como la bandera, y el soldado argentino que la dejara perecer sin prestarle su brazo, alegando la obediencia pasiva, no sería un ciudadano armado de un pueblo libre, sino el instrumento o el cómplice de un soberano déspota. El ejército no mancha su bandera ni su honor militar, ni su bravura, ni su fama, con un motín de cuartel. Sus soldados, sus oficiales y sus jefes han debido cooperar y han cooperado a este movimiento, porque la causa del pueblo es la causa de todos; es la causa de los ciudadanos y del ejército; porque la patria está en peligro de perecer y porque es necesario salvarla de la catástrofe. Su intervención contendrá la anarquía, impedirá desórdenes, garantizará la paz. Esa es su misión constitucional y no la tarea oscura, poco honrosa, de servir de gendarmería urbana para sofocar las libertades públicas.El período de la revolución será transitorio y breve; no durará sino el tiempo indispensable para que el país se organice constitucionalmente. El gobierno revolucionario presidirá la elección de tal manera que no se suscite ni la sospecha de que la voluntad nacional haya podido ser sorprendida, subyugada o defraudada. El elegido para el mando supremo de la nación será el ciudadano que cuente con la mayoría de sufragios, en comicios pacíficos y libres, y únicamente quedarán excluidos como candidatos los miembros del gobierno revolucionario, que espontáneamente ofrecen al país esta garantía de su imparcialidad y de la pureza de sus propósitos.
Por la Junta Revolucionaria Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Mariano Demaría, Mariano Goyena, Juan José Romero, Lucio V. López

viernes, 23 de julio de 2010

A 120 AÑOS DE LA REVOLUCION DEL 1890

La República Argentina, quedó constituida como tal, como consecuencia de la aprobación de la Constitución Nacional en el año 1853. En este sentido, luego de la reunificación del país, comienza la etapa que la historia denomina como fundacional, con tres presidentes: Mitre (1862-1868), Sarmiento (1868-1874) y Avellaneda (1874-1880). Estos mandatarios fueron los principales artífices de la construcción nacional, y tomaron las medidas necesarias para lograr sentar las bases del moderno Estado Nacional.

Entre ellas, podemos enumerar tres que son fundamentales:
a) Organizar una burocracia estatal.
b) Ocupar el territorio nacional.
c) Poblarlo mediante los alcances de la ley nacional que favorecía la Inmigración.

La Educación, fue una preocupación constante de estos presidentes, para lo cual, se trajeron maestras normales de Estado Unidos, y se construyeron gran cantidad de escuelas. Si bien en líneas generales, su actuación pública fue más que aceptable, la cuestión política se encontraba en pocas manos, y las grandes mayorías se estaban al margen de lo político, no pudiendo ejercer estos derechos.

En el año 1880, tal cual lo establece la Constitución Nacional, se debe renovar nuevamente el Presidente. El candidato es el general Roca, un militar con vasta trayectoria, como por ejemplo: participó en la batalla de Cepeda, luchó contra los caudillos del interior, tuvo un rol fundamental en la conquista del desierto. En este sentido, el general Roca logrará los apoyos necesarios en el interior (Santa Fe, Entre Ríos, La Rioja, Jujuy, Santiago del Estero) y ante esta realidad, poco le costó a la liga de gobernadores imponer su candidato, mientras en Buenos Aires, se estaban discutiendo en el final de la presidencia de Nicolás Avellaneda, un tema tan espinoso, como el de la Federalización de la ciudad, y los alzamientos de Carlos Tejedor, y sus aspiraciones de llegar a la presidencia de la Nación.

Una vez superadas estas cuestiones, Roca llega al poder, y gobernará en "Armonía Institucional", entre 1880 y 1886, Es importante destacar de su gestión, la convocatoria del Congreso Pedagógico, y la Ley 1420 de Educación igualitaria, como una herramienta para unificar el sistema de acceso a la enseñanza primaria común, haciéndola obligatoria, garantizando desde el Estado su implementación, como así también, se deben mencionar los aspectos negativos de la gestión, entre ellos, la cuestión política, no solamente es restrictiva a una elite ilustrada y oligárquica, sino que hay una maquinaria electoral fraudulenta al servicio del régimen. En este sentido, el aparato sin ningún mea culpa, cambia los resultados de las elecciones, excluye de los padrones a los posibles opositores, en definitiva, impide el libre ejercicio del derecho político de las mayorías.

En el año 1886, nuevamente se debe elegir un presidente, la maquinaria vuelve a funcionar a la perfección, el fraude y el dedo de Roca, hacen que su pariente Miguel Juárez Celman, sea investido presidente, quedando fuera de las posibilidades Dardo Rocha y Bernardo de Irigoyen entre otros. El Colegio Electoral reunido convalidó el fraude, y la formula Juárez Celman - Carlos Pellegrini, logró el voto de 168 miembros del Colegio Electoral.

La política del nuevo presidente fue profundamente liberal, y entre sus medidas podemos destacar: la privatización de las empresas públicas, y el FFCC; la aprobación de leyes que permitieron al capital extranjero comprar las empresas y el auge económico de las empresas extranjeras y de los bancos del mismo origen, la negación a un desarrollo industrial, todo ello, en un marco de despilfarro, coimas y corrupción administrativa.

Será en el año 1889, cuando la crisis económica se agudizó, producto de un brote inflacionario, a causa de la emisión sin límite, que provocó una fuerte caída de la bolsa y un pánico total entre los sectores de la economía, y de la ciudadanía en general. La lógica consecuencia de esta situación política fue la restricción del crédito, la baja de los títulos de la deuda pública, la caída de las exportaciones, en el marco de una crisis mundial, que entre otras cosas, provocó la caída de la casa bancaria Baring en Inglaterra. La situación se fue agravando, no pudiendo el Estado argentino hacer frente a la deuda pública, lo que trajo como consecuencia que el oro se fugara al extranjero, y la balanza de pagos se torne cada vez más negativa.

En medio de este despropósito político y económico, los jóvenes comienzan a reunirse en Buenos Aires, y podemos citar entre ellos a: Emilio Gouchón, José Drago, Juan B Campos, Felipe Senillosa, José Gallardo, Marcelo T de Alvear, y Alfredo Echagüe, Martín Torino, Barrotaveña. Estos organizan un mitin en el Jardín Florida, donde asisten unas 5.000 personas, y en esa reunión queda fundada la "Unión Cívica de la Juventud", que proclama según sus documentos: la participación política de las mayorías, la moral administrativa y la autonomía municipal. En el palco, se encuentran políticos de la ciudad ya no tan jóvenes como: Lucio v López, Luis Saenz Peña, Aristóbulo del Valle, Pedro Goyena, Leandro Alem, y Bartolomé Mitre.

El régimen contesta con una cena, conocida como "El banquete de los incondicionales". Al mismo, asisten unas 300 personas. Pero la contrapartida no se hará esperar y los jóvenes convocan a una nueva reunión, esta vez en "La cancha de pelota" de la calle Córdoba. El motivo es incluir en el movimiento a otros sectores de la sociedad, nace la Unión Cívica, cuyo líder indiscutido será Leandro Alem.

La crisis era insostenible, y el gobierno no accedía a establecer un espacio de diálogo, que permita evaluar un cambio político, a partir de la modificación del sistema electoral. Los militares comienzan a reunirse con los Cívicos, la posibilidad de tomar el poder por las armas está en marcha. El problema es que ante situación planteada, en la Unión Cívica, no todos piensan de la misma manera, En este sentido, Bartolomé Mitre se opone a la acción revolucionaria, y comienza a formar un grupo moderado dentro de esta nueva expresión política, entre los que se encuentra el general Campos.

El general Mitre, luego de ser homenajeado por el Congreso Nacional se marcha a Europa, como una muestra clara de su oposición a la revolución. Es en este momento, cuando Hipólito Yrigoyen se suma a la gesta revolucionaria y comienza a buscar adhesiones entre la policía y los bomberos. El Plan de Alem consiste en que también los civiles participen del levantamiento, Campos, (mitrista se opone). La revolución se transforma en realidad, y el 26 de julio de 1890 es el día elegido. El plan prevé que a la madrugada comience la acción revolucionaria con la toma del Parque Artillería, hoy Palacio de Tribunales. Si en entrar en los detalles de las aciones operativas, enumeraremos algunas causas por las que fracasó el levantamiento:

1) El movimiento sólo abarcó la ciudad de Buenos Aires, lo que permitió al régimen buscar apoyos en los cuerpos militares del interior.
2) No se tuvo la estrategia de sumar militarmente, a las ciudades de La Plata y Rosario.
3) El general Campos se opone a tomar como prisioneros a las autoridades, esto da tiempo a Pellegrini y Roca, para reorganizar la contrarrevolución.
4) El general Campos se opone a la formación de un gobierno provisorio. Este fue el problema central, el de la existencia de una conducción dual. (Alem y Campos).
5) La Proclama Revolucionaria no está firmada por los mitristas.
6) No se toman los edificios públicos políticos, ni el Congreso ni la Casa Rosada.
7) No se ataca a fondo, permitiendo al enemigo a reorganizarse, los revolucionarios prácticamente, no salen del Parque Artillería.
8) Hay permanentes contradicciones entre las órdenes que imparten Alen y Campos.
9) La revolución es defensiva, Campos toma posición y parlamenta, negocia la futura presidencia de Mitre.
10) El general Campos se apresura en capitular, afirmando que la revolución esta perdida. Pellegrini es el hombre fuerte, y quién recibe el apoyo del interior, y sucederá a Juárez Celman en la presidencia

Si bien es cierto que en el campo militar producto de las contradicciones operativas y las traiciones que tuvieron lugar en el seno de la Unión Cívica, la revolución fracasó, el presidente debió renunciar, y fue reemplazado por el vice Pellegrini. Pero es interesante rescatar, el legado ético de la misma, porque habrá luego de la revolución del 90, un antes y un después, donde "La Causa contra el Régimen", será el lema fundamental.

Lejos quedaron Mitre y sus seguidores de este paradigma ético, y es el pueblo postergado políticamente, el que acompañará a Alem y más adelante a Hipólito Yrigoyen, en la incansable lucha por el sufragio libre, de la mano de la Unión Cívica Radical y bajo dos principios fundamentales: la abstención y la revolución, como una fundamental bandera política, de los que soñaban en aquellos años conseguir para todos los compatriotas, los beneficios de la Democracia, la Igualdad, y la Soberanía Popular.

Hoy a 120 años de aquella epopeya, los dirigentes y militantes de la Unión Cívica Radical deberán reflexionar sobre los postulados y principios que sustentaron los revolucionarios en 1890, los cuales, cobran fuerza en nuestro presente, ante la necesidad de cimentar las instituciones republicanas, garantizar los derechos de los ciudadanos, y sentar las bases definitivas de una República, donde la libertad y la igualdad sean una realidad tangible, para todos los habitantes de nuestro país.

Prof. César Arrondo
Universidad Nacional de La Plata
Foro de Historiadores Radicales

sábado, 3 de julio de 2010

" Hay que ser Radical en todo y hasta el fín" Yrigoyen, la Argentina te reclama...


Hipólito Yrigoyen, bautizado Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen, nació en Buenos Aires el 12 de julio de 1852. Era hijo de Martín Yrigoyen, un vasco francés carrero y cuidador de caballos, y de doña Marcelina Alem, hermana de Leandro Alem, el fundador de la Unión Cívica Radical y revolucionario caudillo federal y popular.

Criado en un hogar sencillo, tuvo una cuidada educación en colegios de clérigos franceses y españoles. Era el mayor de los cinco hijos del matrimonio Yrigoyen-Alem, con dos hermanos -Roque y Martín-, y dos hermanas -Amalia y Marcelina-. Ayudaba a su padre en sus trabajos de cuarteador y carrero, en los suburbios porteños, y allí se conformó un carácter voluntarioso y disciplinado. Adolescente, trabajó como empleado en un comercio de tenderos, como conductor de tranvías y ya estudiando derecho, en un estudio jurídico. Siguiendo a su tío Leandro, actuó políticamente en el autonomismo populista de Adolfo Alsina, que sería Vicepresidente de Domingo Faustino Sarmiento. Fue durante la Administración de éste último, que Yrigoyen fue designado comisario en la Parroquia de Balvanera, a los 20 años.

Finalizó sus estudios de abogado a los 25 años, asumió como diputado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires en 1877. En 1880, fue administrador General de Patentes y Sellos de la Nación por pocos meses, y luego será elegido di
putado Nacional, por el partido del General Julio A Roca. Al finalizar su mandato, decepcionado por la política pequeña de intrigas y acuerdos de conveniencia que vivió en la Legislatura, no volvió a ocupar cargos públicos. En esa década de 1880 a 1890, Yrigoyen realiza su etapa de recogimiento, retirándose de la vida pública, mientras ejerce la docencia en la Escuela Normal de Señoritas, y se dedica al estudio, la reflexión y las ocupaciones de campo.

Su reaparición es explosiva, porque participa como uno de los protagonistas en la Revolución de 1890. Y poco después, junto con Leandro Alem, funda la Unión Cívica Radical, el 26 de junio de 1891.

A la muerte de Alem, asume la conducción de su partido. Es intransigente con el régimen de gobierno, al que juzga oligárquico, corrupto y fraudulento. Esa intransigencia lo conduce a la abstención electoral y al levantamiento armado de carácter revolucionario. Es en particular importante la Revolución de 1905, cuando Yrigoyen define el sentido y orientación de la “reparación fundamental” de la Nación, según sus propios términos; en esa oportunidad organiza un partido aguerrido y fuertemente conexionado en la abstención electoral y la resistencia armada.

Su empeño y coherencia, su honradez e inteligencia, lo convierten en un gran caudillo popular de la democracia. Gran organizador, incansable militante, misterioso conspirador, su figura va adquiriendo en las masas populares caracteres míticos: de palabra parca pero convincente, siempre referida a muy altos ideales, generoso y desprendido en el trato personal. Sus correligionarios lo admiran; los correligionarios lo idolatran; los enemigos lo respetan y lo temen por su intransigencia insobornable. Finalmente, como jefe de la oposición, la presión revolucionaria, la obstinada abstención de la intransigencia obtiene del Presidente Roque Sáenz Peña en 1912 la sanción de la ley de sufragio universal y secreto, que lo llevaría a la Presidencia en 1916.

Luego del periodo constitucional del también radical Marcelo de Alvear, es nuevamente electo Presidente con amplísimo apoyo popular en 1928. El 6 de setiembre de 1930 es derrocado por un golpe militar, de tendencia fascista. Preso en la Isla de Martín García por disposición de la Dictadura, es absuelto y regresa a Buenos Aires, ya muy enfermo.

Muere el 3 de julio de 1933, en medio de la congoja popular. Una multitud lo despide.


Anecdotario

Presidente de la República en el período que va desde 1916 a 1922, su gobierno respetó algunas cuestiones en política internacional que no dejan de demostrar su principismo democrático: Al producirse una de las tantas invasiones estadounidenses a un país centroamericano, el buque 9 de julio, que volvía de trasladar los restos del poeta Amado Nervo debió descansar en el puerto de Santo Domingo. El comandante consultó si debía saludar el pabellón de los EE. UU. flameando en el puerto, a lo que Yrigoyen contestó "Id, y saludad el pabellón dominicano". El ambiente capitalino de la República Dominicana, se sacudió y patriotas hicieron desplegar una bandera para la ocasión: Fue saludada con las salvas extraordinarias;

A pesar de haber ocupado 2 veces el mayor cargo y honor que puede tener un argentino, Yrigoyen siempre se mostró reacio a ocupar cargos de importancia, demostrando que él estaba para cambiar las cosas que el creía que arruinaban al país. Desde su punto de vista siempre se mostró intransigente y nunca se dejó seducir por ofertas de la oligarquía. Siempre que desde la oligarquía le preguntaban o le pedían consejos sobre la situación del país el respondía educadamente "entréguenle las urnas al pueblo".


Se dice que Augusto Sandino confiaba en la honradez del Presidente argentino como garante de la soberanía de sus reclamos políticos justos; Fue un referente de la Fraternidad Hispanoamericana, como dice José María Rosa.

Al producirse la caída y su encierro en Martín García, el anciano caudillo le apuesta a su carcelero que el Radicalismo Bonaerense ganará las elecciones de abril de 1931 por treinta mil votos. El militar se ríe, porque nadie da un centavo por los radicales después del golpe de 1930. Pero al producirse el escrutinio definitivo, los radicales ganan la gobernación por treinta... y un mil votos.

La persuasión a la hora de entablar conversaciones políticas, su encierro en sí mismo, que le valió el mote despectivo de "Peludo", y la famosa negociación de 1916 para acceder a la Presidencia, marcan la moral de este gran hombre:

Para consagrarse Presidente, Yrigoyen necesita de los votos de radicales disidentes, que exigen, para votarlo, volver al tronco orgánico: Aunque sus amigos más conspicuos lo intentan, chocan con la intransigencia del líder a negociar con los santafesinos: Entonces se perderá la oportunidad histórica de llegar al gobierno, le dicen. Que se pierdan mil gobiernos antes de vulnerar la conducta de inflexible austeridad que ha sido la norma de trayectoria. Y no se habla más.

Cuando en 1898, sus tácticas políticas confluyen en la elección de Julio Roca como presidente, éste le manda un personero, para que acepte, en señal de agradecimiento, la gobernación de Buenos Aires: "Dígale que se ha equivocado de Irigoyen", es la respuesta; A la propuesta de su amigo Aristóbulo Del Valle para acompañar la candidatura de Mitre en 1891, responde "¿Cómo quiere que me haga mitrista? ¡ES como si me hiciese brasileño!