miércoles, 8 de septiembre de 2010

RICARDO BALBIN, por RAUL ALFONSIN


Entonces tenemos que éste es, en lo que nos tocó en vida, el partido de Crisólogo Larralde y de Ricardo Balbín, que retomaron una línea histórica que venía de Alem e Yrigoyen. Algunos imaginan una especie de rivalidad histórica con Balbín porque los dos competimos en 1972, pero éste es justamente un partido democrático, donde a veces hay matices distintos. No soy ni fui nunca un rival de Balbín, sino más bien un hijo político de Balbín. Un hijo que también conversó con su padre, a veces discutió y en determinado momento le dijo: creo que esto no es exactamente así y va a ser mejor que pidamos opinión a la familia, a los nuestros, o sea al partido. El partido opinó y le dio la razón a Ricardo Balbín. Acaté esas razones y seguí sirviendo al radicalismo y a Balbín como si no hubiera pasado nada, porque en realidad no había pasado nada que no fuera normal. Balbín y yo nos cansamos de repetir que no estábamos enfrentados.

Mi política, por lo demás, no puede pensarse sin Balbín. Soy el continuador de Ricardo Balbín no sólo desde el punto de vista físico, porque ocupo su lugar como presidente del Comité Nacional, sino desde el punto de vista espiritual porque el radicalismo actual, el radicalismo en que gané las últimas elecciones internas, es el radicalismo que él hizo y es la organización que él dejó. Fue Balbín quien enseñó muy bien que una cosa eran los desbordes autoritarios del peronismo y otra era el pueblo peronista, que tiene necesariamente mucho que ver con el pueblo yrigoyenista.

Nadie era más indicado que Balbín, que había sido muy duro en los primeros tiempos del peronismo, para buscar la reconciliación entre el pueblo yrigoyenista y el pueblo peronista. Y esa reconciliación pasaba, por supuesto, por el diálogo con Perón. Lebensohn y Larralde habían explicado que no debíamos caer en el antiperonismo porque el país no podía dividirse en peronista por sí y peronistas por no; el país no podía girar en torno a un enfrentamiento estéril que beneficiaba a los sectores reaccionarios y parasitarios de la sociedad argentina. Pero Balbín tuvo la autoridad necesaria para explicar a los radicales el diálogo con Perón, la construcción de una convivencia con el peronismo que cerrara para siempre los caminos a los golpes de estado. Porque Balbín no fue caprichosamente a hablar una y otra vez con Perón: habló con Perón para ver si podía salvar la democracia argentina, si se podía vivir en un mismo país, si se podía evitar que encontraran espacio político los terroristas de ultraizquierda que buscaban provocar el golpe de ultraderecha.

… Un tiempo antes el periodista Heriberto Kahn me había preguntado cuáles eran mis diferencias con Ricardo Balbín. Y yo le dije que nos movíamos en torno a comunes denominadores fundamentales, que nos impulsan a luchar; anoté también que podía haber un ritmo, un estilo un poco distinto pero nunca me arrancaría nadie una expresión que pudiera implicar algo en desmedro de ese extraordinario radical que era Ricardo Balbín. Me dijo entonces que si había comunes denominadores fundamentales era porque existían matices que no eran enfocados de la misma manera. De lo contrario no hablaría de comunes denominadores. Le contesté que los afiliados decidían hasta en eso dentro de la Unión Cívica Radical.

… no podría negar que la idea de renovación tenía mucha fuerza en la década del ´70 y que a nosotros nos parecía importante una decisión de los afiliados al respecto. Fueron más quienes pensaron que era mejor seguir con Balbín que empezar conmigo, y así se hizo.

… Balbín, al mismo tiempo, pensaba que uno podía ser amigo de un adversario político, aunque hubiera combatido duramente contra él, pero que las amistades quebradas no se restablecen nunca. Y agregaba, ya en sus últimos días, ya en setiembre de 1981, que por eso él y yo nunca nos habíamos distanciado personalmente: sabíamos que si nos peleábamos sería difícil reconciliarnos. Y no pudieron hacernos pelear, aunque yo marqué mis disidencias y él las suyas.

¿Cómo no continuar ahora el trabajo incesante de Balbín? ¿Cómo no recoger su lección de dignidad nacional, de amor al radicalismo, de patriotismo? ¿Cómo no entender , con Balbín que la unión nacional constituye el basamento indispensable de la República?

Hay que buscar al Balbín combativo en el discurso del desafuero, pronunciado el 29 de setiembre de 1949 cuando una mayoría automática lo expulsó del parlamento para que el gobierno pudiera mandarlo a la cárcel: “ No me detendré, señor presidente, en la puerta de mi casa a ver pasar el cadáver de nadie. Pero tenga la seguridad, señor presidente, que estaré sentado en la vereda de mi casa viendo pasar los funerales de la dictadura para bien del país y para honor de l República y de América. Si con irme de aquí pago precio, como cualquier otro de los luchadores de mi partido; si este es el precio por el honor de haber presidido este bloque magnifico, que es una reserva moral del país, han cobrado barato. Fusilándome, todavía no estaríamos a mano”

… Y luego, también, es necesario recordar todos los gestos de reconciliación, de búsqueda de unidad de los argentinos; todos los esfuerzos que comenzaron en la Asamblea de la Civilidad, siguieron La Hora del Pueblo y culminaron en la Convocatoria Multipartidaria. En su despedida al general Perón, dijo que fue posible comprender “él su lucha, nosotros nuestra lucha y, a través del tiempo y las distancias andadas, conjugar los verbos comunes de la comprensión de los argentinos”.

Pero Balbín también tiene otro mérito: haber sido el arquetipo del político; el enemigo por definición de los profesionales de la antipolítica. En la época en que triunfan neciamente los supuestos “eficaces”, Balbín parecía pertenecer al pasado y la democracia estaba arrumbada en el cuarto de los trastos viejos. De allí hubo que ir a rescatarla. Los monos sabios, los planificadores de la modernización en base a camisas de Hong Kong, los corruptos, no querían ir a buscar la democracia pero de tanto eludirla, terminaron en una guerra. Y ahora está el país para ver quienes son los eficaces, los hombres serios, los prudentes. Ricardo Balbín los desafío a todos. Su misma casona de La Plata, sus viejos muebles, eran de por sí una tremenda crítica que el régimen no podía soportar. Por eso lo llevaban preso o lo prohibían por la radio y la televisión. Fue Balbín quien volvió a lo de siempre, como en 1890: frente a la crisis, MORAL Y SUFRAGIO.

Pero había que saber cómo hacerlo. “Cumplir con el deber no es nada difícil. Lo difícil es saber dónde está el deber”, afirmó en una frase casi desconcertante. Balbín no dejaba de preguntarse a sí mismo sobre sus aciertos y sus errores porque tenía la tesonera y escondida sabiduría de los criollos viejos a quienes los malintencionados no conseguirán nunca sacar del camino.

Voy a seguir por esa ruta…

… en las escuelas de mañana, los alumnos aprenderán la vida de Ricardo Balbín y verán en sus libros de texto la fotografía de su casa, que será seguramente un museo destinado a perpetuar su memoria. En las escuelas de mañana, los niños aprenderán la vida de un médico rural que gobernó de acuerdo con la Ley, que creía en la verdad y en la palabra, que andaba a pie por los caminos polvorientos de la decencia. En las escuelas de mañana se repetirá todos los días, como un rezo laico, el preámbulo de la Constitución Nacional, santo y seña de nuestra lucha, advertencia terrible contra la tentación de volver a buscar una tiranía salvadora.

Raúl Alfonsín (1983)

EXTRAIDO DEL LIBRO: ¿QUÉ ES EL RADICALISMO? PÁGINAS 218 A 224

http://movimientoboinablanca.blogspot.com/2009/01/frases-para-recordad-ricardo-balbin.html


No hay comentarios: